Oratoria para vender Ideas - Carlos de la Rosa Vidal
Un conferencista en una universidad concluyó su discurso con las siguientes palabras: “Como nos apunta la sentencia los muchos deben trabajar mucho para que los pocos trabajen poco; a fin de que los pocos ganen mucho y los muchos ganen poco.”
Recuerdo que con su juego de palabras prácticamente hipnotizó a quienes vivamente aplaudían la intervención del carismático orador. La importancia de saber qué decir en el momento preciso, con la actitud precisa, al público preciso es vital para construir una personalidad de genio orador.
El detalle extraordinario de las grandes pero a la vez sencillas intervenciones de cualquier profesional ante un auditorio es saber cómo comunicarse con la conciencia colectiva del grupo al que se dirige. Traduciendo, el orador debe investigar a su público e interesarse sinceramente por él, y exponer al público preciso el mensaje preciso.
Los peores discursos serán, inevitablemente, aquellos en los que el expositor hable con la pared del fondo, o con la puerta de ingreso pero nunca interesado por quienes lo escuchan. Así tengan la mejor voz del mundo, un verbo de Academia de la Lengua, o un carisma de Santo Padre o maestro espiritual no lograrán más que encontrar rechazo y desatención.
Cualquiera que conduzca grupos deberá interesarse e interesar a los demás. Y hablar desde el corazón tanto que cuando termine tu plática los asistentes confiesen emocionados: “hoy escuché una de la mejores conferencias de toda mi vida”, así sólo tu exposición se tratara de nuevas recetas de cocina oriental.
Recuerdo que con su juego de palabras prácticamente hipnotizó a quienes vivamente aplaudían la intervención del carismático orador. La importancia de saber qué decir en el momento preciso, con la actitud precisa, al público preciso es vital para construir una personalidad de genio orador.
El detalle extraordinario de las grandes pero a la vez sencillas intervenciones de cualquier profesional ante un auditorio es saber cómo comunicarse con la conciencia colectiva del grupo al que se dirige. Traduciendo, el orador debe investigar a su público e interesarse sinceramente por él, y exponer al público preciso el mensaje preciso.
Los peores discursos serán, inevitablemente, aquellos en los que el expositor hable con la pared del fondo, o con la puerta de ingreso pero nunca interesado por quienes lo escuchan. Así tengan la mejor voz del mundo, un verbo de Academia de la Lengua, o un carisma de Santo Padre o maestro espiritual no lograrán más que encontrar rechazo y desatención.
Cualquiera que conduzca grupos deberá interesarse e interesar a los demás. Y hablar desde el corazón tanto que cuando termine tu plática los asistentes confiesen emocionados: “hoy escuché una de la mejores conferencias de toda mi vida”, así sólo tu exposición se tratara de nuevas recetas de cocina oriental.
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